Por: Eugenia Gutiérrez. Colectivo Radio Zapatista.
San Cristóbal de las Casas, Chiapas. 10 de mayo de 2015.
La guerra siempre
No es la Hidra de Lerna ni la que alfombra las aguas estancadas. Es mucho peor, sin importar que nuestros miedos nos impulsen a negar que todo siempre puede ser peor. Es “el pesado cuerpo” del sistema capitalista que “cubre la totalidad del globo terrestre”, nos dice el Subcomandante Insurgente Galeano en su “avistamiento crítico” sobre esa hidra, leído en el auditorio de la Unitierra el 8 de mayo de 2015. En el escenario lo acompañan integrantes de la Comisión Sexta, del CIDECI y de las luchas obreras y campesinas en México y en el mundo. A su izquierda, Luis Lozano, quien participó en otra mesa, hoy asiste silencioso. Ha asesorado en materia de economía al sup Galeano para que nos presente su ponencia.
En una larga disertación titulada “Etcétera”, el zapatismo coloca su pensamiento crítico frente a la hidra capitalista. Este mal intento de crónica o algo, no sé, para tratar de no sé qué, se centra en lo dicho sobre la necesaria exactitud de las ciencias sociales.
Antes que nada, para entendernos, el sup nos explica la guerra.
En el análisis zapatista, pensar críticamente es “repensar las teorías” cuando los descubrimientos científicos contradicen lo que se esperaba descubrir. Si eso sucede, en lugar de acotar leyes y marcar nuevos límites para que la ciencia siga tranquila su camino, el pensamiento crítico busca “más datos” y ensaya “nuevos enfoques teóricos”. “Analizar y pensar críticamente la ciencia de la economía” fue lo que llevó a Marx a desmenuzar “la sociedad de su tiempo” para plantear “una nueva propuesta de análisis”, nos explica el sup Galeano. Esa nueva propuesta o nueva teoría se conoce como “la ciencia de la historia, el materialismo histórico, la teoría de las formaciones sociales o como le quieran llamar”.
Se le pueden encontrar limitaciones a ese análisis, dice Galeano, pues “no alcanzó siquiera a vislumbrar las formas tan complejas que reviste actualmente la hidra, el sistema capitalista”, pero sus conceptos “no sólo siguen sólidos sino que, además, se confirman en la actualidad”. Al ser ahora un sistema más complicado cuyo “pesado cuerpo cubre la totalidad del globo terrestre”, necesitamos “un telescopio orbital” para “verlo en su conjunto” y “comprobar” si los conceptos de Marx son ciertos, o “si son capaces de explicar el por qué se da este fenómeno social y no otro”.
Para el zapatismo que nos convocó a este seminario, ese telescopio orbital que pareciera inexistente, sí existe. Con ese telescopio, “un grupo de científicos sociales” ha propuesto “análisis globales que ven el capitalismo como sistema-mundo”. El que puso en órbita Immanuel Wallerstein ha lanzado una “provocación” a este semillero en la Unitierra. En “la imagen global” tomada por ese telescopio, Wallerstein ha podido observar que “está cabrón”, “que el pinche sistema capitalista está en una crisis terminal” que sólo puede tener dos resultados, “a” o “b”, menciona Galeano sin explicarlos ahora. “La fotografía del mundo” tomada desde la estratósfera por Wallerstein confirma que vivimos “una crisis como nunca antes”, pero el zapatismo desconfía de “eso de que es la terminal”, de “que ya va a morir ya el pinche sistema”. Desconfía el zapatismo porque nos dice que eso ya lo ha escuchado y luego “resulta que no, que la hidra se rehace y aparece con otro rostro, y más sedienta de sangre y destrucción”.
Sus comunidades en resistencia y rebeldía cuentan con “el telescopio subterráneo Pozol Seis” que “arrojó los mismos resultados” sobre una actual o cercana crisis estructural del sistema capitalista”. El “subtelescopio” que les permite ver otra cosa en lo profundo de la tierra “es capaz de capturar una imagen del sistema-mundo pero en sus raíces”. Galeano informa que las imágenes captadas por el zapatismo, piezas de un rompecabezas, coinciden “como una fotografía invertida” con la imagen captada “por el telescopio Wallerstein”. La crisis es tal que los largavistas concluyen “no basta” y dan detalles: crece el despojo de territorios indígenas, avanza la maquinaria capitalista con su violencia dejando a muchas personas “sin nada”, desposeídas, sólo “con su cuerpo y sus conocimientos”. El “gran papel” en este proceso “lo desempeña, como es sabido, la conquista, el sojuzgamiento, el homicidio motivado por el robo. En una palabra, la violencia”, como lo explica Marx al hacer una genealogía del capitalismo. El despojo como “hecho fundacional” de este sistema, “la acumulación originaria del capital” como su origen. Un “robo violento” que en ese entonces y en este hoy “se viste como algo idílico” arropándose en la mentira de que serán beneficiados los pueblos originarios “al ser despojados de lo que los define, les da razón de ser y base vital”, mientras se les arroja “al vacío, a la nada, con la promesa de que tendrán trabajo como mineros, o mozos, o jardineros en las minas que se habrán de horadar, los hoteles que se establecerán y las zonas residenciales que emergerán”, dice Galeano.
Tras este avistamiento, los pueblos zapatistas solicitan al Congreso Nacional Indígena “los datos que han obtenido con sus microscopios”. El CNI ha respondido a la solicitud entregando esos 29 espejos que pulimentaron en La Realidad. Y los datos se corroboran: “Hay en curso una estrategia violenta de despojo, una guerra en contra de los pueblos originarios”. Pero no conforme, dice el sup, el zapatismo “acude a otros microscopios de especialistas” que se reúnen aquí en la Unitierra y comparten sus propios datos sobre quiénes llevan “la punta de lanza” de esta ofensiva: “políticos, autoridades gubernamentales, prestanombres, empresas y consorcios”. Cazando y cruzando datos, cuenta Galeano, pueblos originarios y especialistas coinciden.
Sobre la migración indígena y campesina, una “posta” zapatista ha podido observar cambios. Se decía que se migraba a las ciudades en busca de empleo, pero ahora las ciudades son zonas metropolitanas que “se expanden, aceleradamente, tragando territorios rurales”. Las tierras ejidales y comunales que se ubicaban fuera de las ciudades, hoy son “suburbios citadinos” donde ejidatarios y comuneros despojados trabajan “de mozos en las tierras que apenas hace unos años les pertenecían”. Indígenas y campesinos migrantes en su propia tierra. “Progreso”, le llaman arriba. “Cuando la tierra duele, duele todo”, dice el zapatismo.
Por eso manda “señales de humo” a las luchas en distintas partes del mundo. Éstas responden “casi lo mismo: acá, está cabrón”. En cualquier idioma, la respuesta es igual: “todo, todo se está convirtiendo en mercancía”. Nuestro planeta como “almacén global”, como “un inmenso arsenal de mercancías”, “premisa básica” de la “crítica a la economía política” hecha por Marx. Pero no sólo eso, agregan especialistas consultados también por el zapatismo, porque “esas nuevas mercancías responden a la misma lógica del mercado”. Tal y como ocurre en la producción, nos dice Galeano, “las mercancías despojadas generan ganancia”, “una de las comidas preferidas de la hidra”. La explotación y el despojo hacen posible “la apropiación de esa ganancia”, una ganancia que se fundamenta “en la propiedad privada de los medios de producción y de despojo”. El despojo como medio en este proceso es un aporte del pensamiento crítico zapatista.
Sup Galeano se pregunta si la propiedad privada de esos “medios de producción, despojo, circulación y consumo” será “la madre de la hidra”, “la cabeza, sin la cual, el sistema perece incapaz de reproducirse”. Se responde que aquí “se hace una bulla”, por lo que hay que consultar datos de “otros puestos de observación” y cotejarlos “en el intercambio de semillas” de este encuentro. Crece la violencia contra las mujeres y contra la niñez porque la hidra bulímica “no sólo aprieta más el yugo contra quienes producen las riquezas y hacen andar la rueda de la historia” sino que “vomita millones de desocupados, despojados, parias, muertos vivientes”.
“Pero abajo ya gritan” coincidiendo “musiqueros, poetas y artistas”. Por su parte, los economistas aseguran que “permanecen los fundamentos”, al tiempo “que surgen nuevas modalidades” que “podrían ser las responsables de una hecatombe económica mundial”. Los ejemplos han sido abundantes en las ponencias de este seminario. La agresiva mercantilización de la naturaleza y de sus plantas medicinales, la tormenta que amenaza a la ciudad, al campo. Síntomas que los economistas encuentran por todo el mundo. Nos dice Galeano que el zapatismo “captura la esencia y sentencia: una guerra, una guerra mundial, una guerra cuyo único enemigo es la humanidad”. La “declaración de principios” de este sistema, su programa, su plan de acción, se lee en el lema de su navío terrible: “Guerra siempre, guerra mundial, destrucción total”.
Las ciencias sociales exactas
Uno de los problemas que enfrentan las ciencias sociales hoy en día es que todavía no alcanzan “una denominación común” ya que “sus bases científicas son relativamente jóvenes y han sido o son atacadas por filosofías de todo tipo”, acaba de decir Galeano. Desde esa perspectiva nos arroja una propuesta metodológica distinta para esas ciencias. Arranca su disertación recurriendo a la mirada “fría y aséptica” que exige Sherlock Holmes a los apuntes literarios en la bitácora de su querido Watson. Implacable, el detective Holmes señala que ese “tinte novelesco” en su trabajo investigativo afecta el resultado exacto que debiera tener, y “el resultado es el mismo que si se construyese una historia de amor a partir de la quinta proposición de Euclides”. Implacable también, el sup Galeano señala que “la ciencia de la historia, la economía política, la teoría de las ciencias sociales, el materialismo histórico” o como se llame “debiera ser así, una ciencia exacta, aunque luego sean preponderantes las historias de amor a partir de sus postulados”.
El subcomandante Marcos antes, el subcomandante Galeano hoy, hace una crítica del método de las ciencias sociales, pues a diferencia de la ciencias exactas o naturales, en las sociales “puedes plantear una hipótesis sea para demostrarla o para demostrar su contrario”. Así, las discusiones académicas subsecuentes no girarán en torno de la lógica y la veracidad de las premisas planteadas, ni de la forma en que “explican o no una realidad”, sino que serán “un alud de calificaciones a favor o en contra”. Y aquí Galeano lanza otra crítica, un exhorto, un desafío a las compañeras y compañeros que hacen ciencias sociales y que asisten al seminario. Las leyes de la física son irrefutables, sin importar que apliquen para un hombre primitivo “en las cuevas de Altamira en el Paleolítico superior” o para una mujer moderna que “tuitea en su esmartfon”, pues ambos tropezarán y caerán cuando una piedra o un bote se les atraviesen. “Fría y aséptica”, sin “consideración, respeto o clemencia”, así es la ciencia exacta, nos dice mientras nos reta a “trasladar las mismas exigencias” a las ciencias sociales para no presentar “diversas conclusiones a partir de una misma premisa”, como se ha dicho aquí.
“El sistema va a colapsar” y “de ese colapso pueden surgir” las “dos opciones” que ha planteado Wallerstein. El zapatismo no discute esas opciones en este seminario. Observa que pueden ser más y se concentra en plantear la necesidad de atender el objeto de conocimiento “cambiante” de las ciencias sociales en lugar de plantear que “se pueden encontrar tantas excepciones como confirmaciones”, que “hay tantas leyes que cualquier escéptico o cualquier filósofo posmodernista pudiera decir que hay tantos mundos como explicaciones científicas de él”.
Bromeando sobre los divertidos errores de dedo en su computadora que transforman a “un obseso textual” en un “un obeso sexual”, Galeano nos transporta a un plano mucho más serio para pensar en los dedazos de la historia, en sus consecuencias y sus posibilidades. ¿Qué tal si toda la historia de la humanidad estuviera “construida sobre un error de dedo”, si “toda la historiografía”, “la psicología, la inexistente ciencia política, la filosofía” estuvieran asentadas “sobre bases falsas”? Pues sí, dice Galeano. “La historia universal entera está construida sobre los pies de barro de un error de dedo”. Por ello, propone el zapatismo, “habrá que rehacerlo todo, reescribir la historia tomando en cuenta un corrector de textos o una cámara de un millón de pixeles y una pantalla OLED”.
Sobre “la suma de excepciones” como “criterio de cientificidad”, sup Galeano retoma al Juan de Mairena de Machado para criticar esa “regla perfecta” que está “constituida de puras excepciones”. El zapatismo piensa que en esto hay una fuerte confusión, que esto es falso, que no se vale concluir: “a diferentes realidades, diferentes teorías”. Las “diferentes realidades situadas en tiempos y espacios diferentes” son ciertas, “pero esa diversidad no implica que haya una diversidad de explicaciones”. Sobre el daño que ha hecho a las ciencias sociales “este relativismo social”, nos dice que tiene su “caldo de cultivo” en las “filosofías posmodernistas” cuyo “criterio de cientificidad es su individualidad”. Una ciencia social “dominada así” sólo responde al “eslogan de moda”. La crítica zapatista se dirige entonces a la academia, a las redes sociales, a los medios de paga o alternativos, a sus “chambonadas” por entre las cuales las ciencias sociales en lucha “deben abrirse paso”. Luego nos propone “un criterio de cientificidad: explicar tal cosa, dar cuenta de ella, responder a la pregunta ¿por qué esto y no otra cosa?”
Elegir lo que vamos a explicar, dice Galeano, induce nuestra “capacidad explicativa”. Y aquí surge otra confusión. “El objeto de una ciencia es conocer, dar cuenta, explicar su objeto de conocimiento”, y el “inconmensurable problema es que el objeto de la ciencia de la historia no sólo es, como para algunoas necioas, conocer el devenir histórico, dar cuenta de tal periodo”. Para el zapatismo, “el objeto de la ciencia de la historia no es solamente explicar su objeto de conocimiento sino transformarlo” y “para poder hacerlo, necesita poder explicarlo”, “reconstruir su genealogía”.
Las mujeres zapatistas y la economía política
Toca el turno de recibir crítica pensante a nuestros feminismos tan cómodos. La ponencia de Galeano toma ahora como referente a las mujeres zapatistas para explicar cómo se explica una práctica desde la teoría. “¿Podrían las zapatistas explicar lo que es su lucha como mujeres que somos” sin conocer su historia y entender sus procesos?, pregunta el sup. No, responde. La filosofía posmoderna criticaría esto como “un salto epistemológico”, nos dice, pues se ha planteado en este seminario que “el zapatismo sólo puede ser explicado por el zapatismo mismo” así como “sólo yo puedo explicarme a mí misma”.
Pero resulta que no, que “el zapatismo no puede ser explicado por sí mismo. Necesita conceptos, teorías y pensamientos críticos para dar cuenta de sí mismo”. Quienes hemos hablado en pasillos, medios libres, templetes, cocinas o jardines sobre la “maravillosa genealogía” de lucha que nos presentaron las indígenas hace unos días, de “su heroicidad”, de “su terco empeño”, no logramos esquivar el zapatazo. “Faltó la economía política” que hace posible la resistencia y la rebeldía que hoy “nos sorprende y aterra”, señala Galeano. Ese proceso de organización de las mujeres indígenas pudo darse “sólo cuando existieron las bases materiales que las concretaron”. Sólo fue posible que ellas pasaran “de la teoría a la realidad”, nos dice el sup, cuando “las mujeres se fueron desprendiendo de la dependencia económica de los varones” a través de sus cooperativas y sus proyectos, “hasta que se apropiaron de la economía” y “despegaron”.
El contagio del ejemplo de todas “las Ramonas” y “las Susanas” fue posible “porque no dependen económicamente de los varones”, dice el sup, y esto fue posible solamente “a partir de dos hechos fundamentales” en las comunidades indígenas zapatistas: “el cambio en la propiedad de los medios de producción” (la economía) y “la toma y ejecución de sus propias decisiones” (la política). Sin estas herramientas de la economía política podríamos pensar “que todo es y fue una cuestión de voluntad, de firmeza, de compromiso, de militancia”.
En “el principio del tercero excluido” que funciona para las ciencias naturales y exactas, “una cosa no puede ser y no ser”, explica Galeano, porque “en condiciones idénticas, una premisa siempre tendrá una y solo una conclusión”. Luego explica que un científico social pasa tan rápido de la realidad a la teoría que puede marearse y vomitar. Aunque “el científico social no tiene por qué rehacer todo”, nos dice el zapatismo, ni volver “a descubrir el fuego cada vez que quiere dar cuenta de los múltiples incendios que crecen y se extienden en la realidad social”. Parte “de un marco teórico”, de “conceptos científicos, de teorías base”.
Para continuar con su crítica a las ciencias sociales, a la que todavía le falta un “etcétera”, el sup Galeano nos lanza varias preguntas: “¿El científico reflexiona sobre su misma práctica?” “¿se pregunta si está haciendo ciencia u otra cosa?”. A fin de explicar cómo se aplica en comunidades zapatistas “el método científico del ensayo y el error” para un caso de aprendizaje de trigonometría, el sup cuenta una anécdota que no podemos reportear porque sólo puede contarse tal y como la contó él. Claro, como no debería reportearse su ponencia. Pero bueno. El sup utiliza la anécdota para insistir “en la asepsia de las ciencias naturales y exactas” que exigió Holmes a Watson, o que nos exige el zapatismo a nosotras y nosotros. Ir por una ciencia social “fría y aséptica” en “su severidad”, en su ser “implacable, descortés, maleducada” como esta voz zapatista que nos dice: “Lo siento. Energía igual a masa por aceleración al cuadrado, no importa que votes o no votes”. Algunas de las preguntas que faltaron hace rato para el científico y la científica: “¿cómo el sistema funciona como entorno de su quehacer?”, ¿son inocentes “los énfasis de investigación científica hacia uno u otro lado”, sólo movidos por “la curiosidad científica?”. Que respondan ellas y ellos “si la improbable isla paradisiaca del quehacer científico está a salvo de la tormenta”, propone Galeano.
Si el “objeto de la ciencia social” es “la sociedad”, el pensamiento crítico zapatista nos invita a ubicarnos ahora en el momento y el lugar de cualquier lucha, fines del siglo XX y principios del XXI y “recolectar datos duros, reales, comprobables, factibles de ser cruzados, de modo que informaciones diversas, procedentes de fuentes distintas, sobre un mismo aspecto social, nos brinden una certeza”. Frente al capitalismo, se puede “cantar loas” o se puede “tratar de explicarlo, de dar cuenta de su genealogía, su funcionamiento, su modus operandi”. Sup Galeano afirma: “Pensamos que el capitalismo es un crimen, el más horrendo, cruel y terrible en la historia de la humanidad. El zapatismo piensa que, para entender lo que ahora pasa, hay que analizar la genealogía del capitalismo, o sea, cómo nació, cómo era, qué ha cambiado, qué permanece, qué realidades permanecen y cuáles y por qué y cómo surgen”.
Despoblamiento, deuda, barbarie
Un verdadero trabajo del pensamiento crítico desde unas ciencias sociales exactas nos permitiría ver lo que el zapatismo plantea después, a profundidad, en otras partes de esta ponencia, cuando cita ampliamente a Karl Marx (Karla, según la Insurgenta Érika) y a Eduardo Galeano. Que “la guerra se vende mintiendo”, que no es cierto “que en las guerras nadie gana”, que gana “la gran industria armamentista” pero también y sobre todo que esa guerra la “gana el capital financiero” todos los días.
En el aporte que hace el zapatismo a los planteamientos marxistas agregando los medios de despojo y el despoblamiento, Galeano observa un cambio en la práctica bélica del capitalismo porque ya “no sólo se trata de destruir al contrario; también hay que destruir totalmente el territorio conquistado”. Nos dice que “el páramo resultado de una guerra es una mercancía, y también lo es la reconstrucción”. Así que el territorio destruido “debe ser despoblado”. Nos habla de que anteriormente se usaban fuerzas especiales y armas de precisión, diseñadas para “dar golpes quirúrgicos” sin levantar protestas de grupos defensores de derechos humanos. Pero el zapatismo observa un cambio en la táctica bélica y nos dice que “ya no. Ahora lo que les interesa es producir la mayor destrucción posible, la mayor cantidad de muertes, desaparecidos y desplazados” para que puedan llegar las grandes empresas a utilizar en “los trabajos peor pagados” a la población que haya podido permanecer “como extranjera en su propia tierra”. Galeano explica que “se reordena la sociedad en ese territorio”. Para sintetizar el “otro elemento que el zapatismo señala como característica de esta guerra mundial, el despoblamiento”, el sup nos dice que “la guerra capitalista busca la destrucción-despoblamiento y, simultáneamente, la reconstrucción-reordenamiento”.
Por eso gana, por sobre todas las bestias, el capital financiero. Galeano lo llama “el más feroz, inhumano y cruel que el mundo, en toda su historia, ha conocido”. Nos lo explica Elías Contreras en otra narrativa que no se debería reportear, pues ha de leerse en su versión original, pero que nos lleva a la conclusión zapatista de que ha habido cambios en la premisa “el que paga, manda”, pues hay que actualizarla con “el que presta, manda”. Elías ha investigado que “quien decide en realidad lo que ocurre en un país o en territorio” no es un gobierno, sino “quién es el acreedor, el que tiene la deuda”. Todos los gobiernos del mundo y los medios de comunicación y la industria y el comercio y las iglesias y los partidos y “hasta los bancos” son deudores, y “el que debe, el deudor tiene que hacer lo que le decimos”, explican los capitalistas financieros investigados por Elías Contreras. Estos capitalistas financieros, acreedores y triunfadores verdaderos, no padecen nunca “la molestia de las elecciones” ni de “las burocracias”. Por eso, “nunca seremos señalados por la justicia”. “Nosotros mandamos”. Luego ironiza agriamente Galeano: “eso que dicen los fucking zapatistas de que el pueblo manda y el gobierno obedece, acá es el banco manda y todos obedecen.”
Sobre el análisis que les entregó Luis Lozano, Galeano nos habla de un panorama sombrío: “dinero ficticio, sin respaldo alguno”, pero que genera ganancia, y para respaldarlo, pues el futuro empeñado “por generaciones”. Los créditos, los intereses, la vida endeudada, los recursos naturales como aval, como garantía, “el desarrollo ficticio de los países”. La explotación, el crédito, la barbarie total, el crecimiento del empleo informal. En esta lógica, “van a quebrar países enteros junto con su población” y habrá “un incremento de la población migrante de casi 40 por ciento”, ha dicho Lozano en su análisis. Casi “tres mil millones de personas sin trabajo, sin tierra, sin patria, deambulando de un lado a otro”, calcula Galeano. “La hidra ha mutado en los últimos años, aunque es necesario estudiar su genealogía”, nos dice. Los datos duros, irrefutables, sólidos, fríos y asépticos. Y luego, sus preguntas: “pero si todo cambia, ¿qué es lo que no cambia? ¿cuál es la cabeza primaria de la hidra? ¿o es la hidra entera lo que no cambia sin importar la fase o el estadio en que se encuentre?” El zapatismo pensando críticamente, buscando unas ciencias sociales exactas.
“No lo sabemos todavía”
Para cerrar su presentación, el sup Galeano nos habla de un indígena zapatista que quiso entender el significado de la palabra “etcétera” y lo entendió cuando su tutora le dijo “es como cuando tienes muchas cosas que no sabes cómo decirlas”. Otra anécdota irresumible que resumimos aquí. Cuando necesita verter una opinión ante un grupito de estudiantes urbanos que discute, el indígena se resguarda divertido en esa ambigüedad protectora del “etcétera” para responder: “yo sólo te digo que… etcétera”. Vuelve el Gato-Perro desde su “cuento absurdo” para proponerles a las ciencias sociales que se atrevan a decir cuatro palabras: “no lo sabemos todavía”. En el “etcétera”, el zapatismo ve “un concepto científico clave”, “un concepto fundacional del desarrollo de las ciencias sociales, su genealogía”. Y ahí está lo grave. “Si en sus inicios”, dice Galeano, “a la pregunta de por qué a un hecho social la ciencia social sólo respondió ‘yo sólo te digo que etcétera’, a lo largo de los tiempos ha ido ampliando la respuesta y, al final, el final de cada tramo es ‘etcétera’, aunque también funcionan muy bien los puntos suspensivos”. Para el zapatismo, explica Galeano, “lo que ha ayudado a ir reduciendo esa palabra infinita ha sido el pensamiento crítico”. De ahí que señale: “uno de los textos fundamentales de las ciencias sociales se llama así: Crítica de la economía política.”
Toca el turno a los medios de comunicación. “El poder”, explica el sup, “tiene una técnica que usa para neutralizar los miedos que la acosan”. El poder neutraliza las amenazas que le acosan “con la ayuda de los casilleros que abundan en los medios de comunicación”, ya sean “de paga” o “como se llamen”. Esos medios actúan como “la técnica” o el “software” del poder, entran en su juego de fungir como “casilleros” de la “alacena” donde el poder exhibe “las estatuas fantasmagóricas” de los “ismos” que le conviene explicar. Para “exorcizar esos demonios que pululan en el abajo que los desafía”, nos dice Galeano, “el poder, a través de los medios, define, es decir, clasifica, encasilla lo otro que no comprende. Y no lo comprende porque el poder no puede entender que alguien se atreva a enfrentarlo. Porque la transformación social, y con ella el pensamiento crítico, es esencialmente eso, un desafío”.
Otra crítica pensada por el zapatismo va para “las pseudociencias”, “el pesimismo ilustrado” y los terrores académicos. Escucharon de alguien que el científico social padecía el miedo “a perder la beca, la plaza, el estatus, pero sobre todo el miedo a hacer el ridículo” en la “aventura” de “lanzarse al análisis crítico”. De ahí, dice Galeano, que resulte “más cómodo el pesimismo ilustrado, el cinismo con notas a pie de página en el que abundan y redundan las filosofías posmodernistas que invaden las redes sociales, los partidos políticos, el yo, mí, me, conmigo elevado a categoría científica.” Las pseudociencias en boga, “síntoma de una crisis terminal”. Y luego “el análisis, el debate sobre categorías y conceptos, la discusión y profundización de la teoría” allá arriba como “uno de esos mercados viejos donde los marchantes y las marchantas gritan y se pelean por precios, calidad y frescura de lo que ofertan”.
Para cerrar lo que toca al trabajo de las ciencias sociales, nos dice Galeano que el pensamiento crítico o la teoría que busca el zapatismo “no es la que nos aplauda o nos cobije, sino la que nos rete continuamente a explicarnos, es decir, a entender nuestro lugar en el mundo”, un pensamiento crítico que impulse al zapatismo “no sólo a pensar” sino “a ir redactando el apunte para el testamento”.
Que no falten “loas virtuosoas del lenguaje hecho palabra, filosofía, canto, música, pintura, teatro, cine, literatura, poesía, escultura, danza, ciencia, laboratorio, cátedra, investigación, en fin, las ciencias y las artes”, conjura Galeano. “Que nunca nos falte su palabra, su ciencia, su arte”.
Yendo y llegando
El sábado 9 de mayo concluye el semillero-seminario. Durante siete días calurosos de noches frías hemos escuchado, aproximadamente, setenta horas de ponencias. El batallón de tercios compas y de medios libres ha transmitido en vivo, ha colgado todos los audios en la red, ha producido cientos de fotos, decenas de reportajes, varios videos, ha hecho entrevistas. Ahora se esfuerza en su cuartelito-biblioteca por quemar 250 discos, con diseño y toda la cosa, pa’ que se los lleven los pueblos y la banda. La quema se da entre la amenaza de que se va a cortar la luz y de que la gente ya se va. No cabe todo. Sólo entran 3.7 gigas y la información libre supera los 4.4 gigas. Los videos se sacrifican por la lucha.
Unas mil quinientas personas han mantenido abarrotados auditorios, salas, comedores con transmisión en pantallas sencillas que se oyen bien y se escuchan perfecto. El sup Moisés se solidariza con los jornaleros de San Quintín tan agredidos. El comandante Tacho clausura en hora zapatista, siendo las 15:20 del 9 de mayo del 2015. La hospitalidad del CIDECI-Unitierra, la paciencia de integrantes de la Comisión Sexta, el trabajo heroico de traductoras y traductores simultáneos y la chamba incansable de la cocina, la panadería, la clínica, la cafetería y la comisión de apoyo nos han vuelto minutos las horas.
De las generosas ponencias en cada una de las mesas, se podría escribir un libro. Pero vamos por más. Con esas ponencias y con las participaciones de familiares de Ayotzinapa, presos políticos, Míriam, Rosalinda, Dalia, Lizbeth, Selena, Defensa Zapatista, Mujer no Indígena, Pedrito, Recogebalones, Insurgenta Érika, David, Moisés, Tacho, Marcos, Galeano, Sexta, Chofer, Elías Contreras, el Gato-Perro y otras y otros que hablaron aquí, o de Muñequito en Mano que les hizo creer a los hombres que había hablado aquí, se podría reescribir la historia, ya sin dedazos.
Al marcharnos de esta grieta CIDECI-Unitierra, como adherentes de la Sexta cargamos el mazo, apretamos semillas calientes en el puño y les agradecemos a quienes nos invitaron y nos recibieron esta educación pública gratuita, colectiva, crítica y desafiante. Muchas gracias a ustedes, compas, reviramos sin binario.
Como las siete lunas que nos miraron del rojo al amarillo, hemos ido de la plenitud nublada al cuarto menguante despejado. Nos toca imaginar tácticas nuevas contra lo que sea que sea la hidra capitalista. Si nosotras, nosotros somos su alimento, podemos envenenarla. Quiere sangre y sangre somos. Pero la que ella busca sabe a autocompasión, a victimización y a derrota. La sangre de los pueblos en lucha le produce indigestión.
Habremos de encontrar la forma de envenenarla, de responderle como se merece y porque ella se lo buscó: “Lucha siempre, lucha mundial, construcción total”.