Por: Eugenia Gutiérrez. Colectivo Radio Zapatista.
San Cristóbal de las Casas, Chiapas. 4 de mayo de 2015.
Ojalá fuera la Hidra de Lerna. Francamente. Ojalá tuviera siete o nueve o mil cabezas bien pegaditas a un cuerpo horripilante de cuyas fauces brotara un aliento venenoso. Eso sería estupendo. Podríamos verla, olerla y detestarla de lejitos. La muy tonta estaría confinada a una isla y sabríamos dónde repta, nada o vuela. Luego bastaría con mandar a un fortachón a descabezarla con ayuda de algún sobrino. Lo llamaríamos héroe cuando lo lograra. Nos haríamos de la vista gorda para no fijarnos en que ese héroe asesinó a su esposa y a su hijo. No le hace. Está guapo y musculoso. Y es güerito. Y con perfil griego. Y sobre todo, nos haría el trabajo y punto. Que lo resuelvan desde el Olimpo. Allá ellos. Muy su bronca.
Ojalá fuera la hidra verde que alfombra las aguas estancadas. Los biólogos nos ayudarían a controlarla. Y si se saliera de control la extinguiríamos o la dejaríamos en paz porque no vivimos en el agua y no sería nuestro problema.
Pero… ¿qué seríamos entonces? Si viéramos a los dioses mandar a un fortachón contra una maldita fiera, si contempláramos sus ajustes de cuentas arriba mientras agradecemos abajo, si dejáramos que un animal devorara todo a su paso porque no nos amenaza, o si lo extermináramos por ser una especie que nos amenaza, ¿qué seríamos? Si luchar fuera algo tan vulgar, ¿quién lucharía? ¿quién querría?
La inauguración del seminario “El pensamiento crítico frente a la hidra capitalista”, convocado por el zapatismo, se llevó a cabo ayer domingo, un 3 de mayo más luminoso que otros, en el auditorio del caracol de Oventik. Siendo las 12:05 horas, el comandante David declaró formalmente iniciados los siete días de reflexión conjunta que serán alojados en el CIDECI-Unitierra de San Cristóbal de las Casas y donde se escucharán decenas de participaciones sobre… ¿sobre qué?
La primera participación se observa en video. Habla un padre sin su hijo. César Manuel González Hernández desapareció en Guerrero hace siete meses junto con 42 amigos. Su padre, Mario González, se dirige a nuestros anfitriones para decirles “yo no los entendía a ustedes por qué su lucha”, pero “ahora los entiendo”. Luego habla su esposa, Hilda Hernández, una madre sin su hijo. Padre y madre cargan una culpa inmerecida, la de haber animado a su muchacho para que estudiara en la Normal Rural de Ayotzinapa. Desde una pantalla, doña Hilda grita bajito “ya no tenemos miedo”. Luego habla en el templete la señora Bertha Ramírez Nava, madre de Julio César Ramírez Nava, acribillado en Iguala. La señora recuerda a otro muchacho normalista, el joven Aldo Gutiérrez Solano, quien lleva siete meses en coma, y luego llora por él aunque no sea su hijo porque “no necesita uno parir a un hijo para amarlo”.
Así estamos. Por eso andan proponiendo cambiarle el nombre a este Holoceno que vivimos por Antropoceno, nos cuenta Juan Villoro, porque siendo nuestro tiempo lo matamos y lo morimos junto con todo lo que hay. La buena noticia es que tal vez “ser crítico del tiempo significa ver las sombras de una época”, así que el arte anda buscando “cómo pasar de las sombras a la luz” y tal vez sea simplemente alzando la vista porque Yaakov Agam se dio cuenta de que “la noche está hecha de otra luz” y Juan Villoro aprendió del Viejo Antonio que, buscando estrellas en el cielo nocturno, “nuestra mano es la forma más elemental de formar una estrella”.
Habrá que ver en estos días. Habrá que escuchar. Adolfo Gilly insiste en mencionar la fuerza de las revoluciones y rebeliones que saltaron a lo largo del siglo XX cuando los señores de la guerra las despertaron a patadas. Habrá que aprender en estos días cómo la ven algunas mujeres y algunos hombres constructivos. Habrá que sentir qué imaginan, cuánto quieren, qué tanto nos comparten de lo que piensan de cómo funciona la maquinaria insaciable de la violencia capitalista, quiénes la aceitan, dónde viven, cómo se organizan, por qué odian tanto la vida. Ni fieras ni monstruos ni seres inmortales. Mujeres y hombres destructivos que no quieren trabajar. Sanguijuelas cuanto mucho. Rémoras. Parásitos bien organizados para nada bueno. Llegan. Se acomodan. Nos parasitan. Nos desaparecen o nos asesinan. Todo el día nos roban. Luego amontonan sus pisos de complicidad como las capas de las cebollas. Ni entes formidables ni fantasmas. Salvajes. Voracidad vulgar que acumula relojes y crímenes, mansiones y mentiras y veleros y tintes y bótox y cualquier engaño donde sentirse elegantes. Asustadas, aterrorizados que se enconchan en el blindaje de sus automóviles. La genuflexión para la piedra sobre la cabeza y un buen pisotón para la grava suelta. Bravotes, cobardes que cruzaron una frontera, la del miedo a matar. Sólo ésa. Único miedo que perdieron. Y porque serían impunes. Sólo por eso. Nunca juzgadas, nunca perseguidos descansan dentro de las sábanas finas donde se aferran a sus cuentas bancarias tan abultadas, tan inexplicables mientras afuera todos los días el hambre.
Contra ellas y contra ellos luchamos. La Comisión Sexta del Ejército Zapatista de Liberación que se aloja en el CIDECI-Unitierra tiene muy clara la película. Sabe que es clasificación TE de Terror Extremo porque sus asesinos seriales disfrutan lo que hacen. Dos subcomandantes nos van a presentar las reflexiones zapatistas a lo largo de la semana. Moisés, voz de los pueblos, arranca el seminario con la energía que sólo tienen los hombres curtidos por trabajo digno, comunitario, interminable. Sabe que los procesos electorales en México sólo son “una mala historia de malas personas”. Desde este auditorio arcoiris nos inyecta la emoción casi olvidada del trabajo que dignifica y fortalece. “No cualquiera tiene la fuerza de corazón para ser zapatista”, nos dice. Es evidente que él sí la tiene.
Galeano nos satura de metáforas hasta llevarnos al límite de nuestra capacidad interpretativa. Sabemos que se puede luchar a besos, a puñetazos, a macanazos o a mentadas de madre, pero… ¿a grietazos? En su percepción de la fuerza de la estructura dominante, el zapatismo propone un cambio de táctica. No se trata de derribar el muro sino de abrirle grietas e impedir que se cierren. Esto no debería sorprendernos porque ya sabemos que ante la opción de mirar el árbol y mirar el bosque, sup Galeano nos recuerda que las mujeres y los hombres zapatistas “miran la raíz”. Pero… ¿a grietazos? ¿En serio? ¿Nos equivocamos de seminario? ¿Era el pensamiento “críptico”?
Y además partidos de fútbol, niñas de nombre que es misión y vocación, poetas recogebalones porque “no cualquiera”, triunfadoras en el básquet que se llaman “las derrotadas” o un enigmático navío con gente explotadora y explotada del que necesitamos más información, queremos más información, queremos saber qué color eligieron. “Guerra siempre. Guerra universal. Destrucción universal”, dice el sup Galeano que quieren arriba, pero abajo caminamos un mundo vivo.
Ya veremos. Si las palabras de estos días barbechan un poco los páramos fríos que van deforestando las mujeres y los hombres que, en muchas partes del mundo, disfrutan destruyendo, quizá podamos salir de este seminario con un puñado de semillas tibias.
¿Y si hacemos crítica del pensamiento?