La sensación al marchar por sus calles aquel #1Dmx fue miedo. Miedo e incertidumbre. Sentir que no sabes qué sucede en tu tablero de ajedrez, que no sabes quién mueve las fichas, peor aún, quien mueve tus propias fichas.
Desde entonces nos hemos visto de frente con un rostro que no habíamos querido ver en la Ciudad de México. Un gobierno centrado en la seguridad, la vigilancia y el control; una izquierda ‘moderna’, neoliberal, empresarial; una policía capaz de hacer redadas y detenciones arbritarias, construir culpables, inventar delitos; un gobierno que creyó que nadie ‘descubriría’ su autoritarismo y arbitrariedad. Una a una la sociedad organizada ha ido demostrando la inocencia de los detenidos; lo mal armado de los casos, la incapacidad de los presos para estar en dos lados al mismo tiempo: su lugar de detención demostrada en video y el lugar donde la policía dice haberlos asegurado…
La Liga de Abogados que acompañan los procesos consideran que la manera de liberar a los presos que quedan es a través de la derogación del artículo del Código Penal por el que están siendo procesados: ataques la paz pública, con agravante en pandillas. Ataques a la paz pública, un delito vago, utilizado para criminalizar constantemente a los jóvenes (organizados políticamente o no), con penas desproporcionadas de hasta 30 años; un delito utilizado a conveniencia del gobierno para aleccionar, para dar un mensaje a su ciudadanía.
Y el gobierno de la ciudad de México estirando la cuerda lo más que pueda, incrementando la tensión entre los presos, sus familiares y los colectivos solidarios que acompañamos el proceso. Por un lado representantes del gobierno se reúnen con los familiares y aseguran que hay voluntad por derogar el artículo y que estos presos recuperen su libertad a la brevedad; pero por el otro lado las corrientes internas más ‘modernas’ de la izquierda en el gobierno detienen la discusión en el congreso local, ofrecen más mesas de negociación: la justicia como botín político. El gobierno del distrito federal apuesta al desgaste, a la desesperación, a la radicalización de su ciudadanía. Aunque muy golpeado, no acepta la derrota completa y mantiene presos injustamente a los detenidos del #1Dmx.
Estira la cuerda, genera tensiones… desesperaciones…
Mientras tanto, los detenidos pasarán la navidad dentro de los reclusorios, sin cenar ya que están por iniciar una huelga de hambre. El tiempo sigue y para nosotros es evidente que hemos perdido la ciudad, que el oasis progresista de este país está herido. Presenciamos la muerte lenta de este proyecto de ciudad… réquiem por la Ciudad de México.