La familia Rodríguez López radica en el municipio de Olintla, en la Sierra Norte de Puebla, desde hace tres generaciones. Vive cerca de la plaza del mercado, donde se llevó a cabo el onceavo encuentro del Movimiento Mexicano de Afectados por las Presas y en Defensa de los Ríos, MAPDER, del día 19 al 31 de agosto de 2014. Aunque no hacen parte del movimiento, Mario, 58 años, su esposa Lucrecia, 55 años, y su hija Dulce María, 16 años, asistieron a diversas pláticas públicas que se dieron en plenaria durante el evento.
Escucharon a integrantes de organizaciones provenientes del estado de Puebla y de todo México, quienes expresaron su rechazo a los megaproyectos hidroeléctricos y mineros que el gobierno y las empresas quieren imponer en el país, casi siempre sin consultar a las comunidades. Les oyeron compartir estrategias de resistencia y rechazar la reforma energética que anuncia un nuevo peligro: la explotación de un gas no convencional llamado gas de esquito y la práctica de la fractura hidráulica a gran escala, conocida como fracking. Esta actividad altamente contaminante está a punto de desarrollarse precisamente en la Sierra Norte de Puebla.
También se enteraron de las experiencias de compañeros guatemaltecos, salvadoreños, cubanos, colombianos, peruanos y brasileños, que viajaron hasta las tierras indígenas totonaku para testimoniar la situación en sus países.
“Estamos cuidando el agua”
“Me interesó lo que dijeron”, dice Lucrecia, quien participó en la marcha organizada en Olintla el último día del encuentro. Recorrió el pueblo junto a 600 manifestantes que gritaban “Ríos para la Vida, No para la Muerte”, “La tierra no se vende”. —Nosotros no somos parte de estas organizaciones, pero estamos también en contra de esos proyectos, asegura la señora, cocinera en una escuela primaria de Olintla.
En octubre de 2013, el pueblo de Olintla obtuvo la cancelación de un proyecto hidroeléctrico que el Grupo México quería imponer en la comunidad Ignacio Zaragoza, amenazando el río Ajajalpan y a la población olintleca. “Estamos cuidando el agua, por eso no queremos que venga otra persona acá a secar la tierra”, dice Lucrecia mientras sube el cerrito ubicado al lado de su casa. Justo antes de participar en la marcha, se fue a pasear allí con su hija, como suelen hacerlo cada domingo. “Sin agua no vivimos, nos sirve para todo: lo tomamos, lo ocupamos para lavar, para bañar…”, cuenta la madre, señalando un ojo de agua encontrado en el camino.
10 proyectos hidroeléctricos y 103 concesiones mineras en la Sierra Norte
“Aquí se siembra de todo”, se alegra Lucrecia, quien ayudaba a su marido a sembrar y cosechar maíz, frijol, chile y café, cuando solía trabajar en su parcela. Desde hace 4 años, Mario no puede trabajar más la tierra a causa de problemas de salud y se dedica a la venta de abarrotes. Pero la pareja sigue cultivando un poco de café en el huerto de su casa. “Ahora no vendemos el café pero antes era nuestra principal fuente de ingreso. Fue eso que nos permitió pagar los estudios de nuestros hijos”, dice la madre, que tiene otras dos hijas y dos hijos mayores en la ciudad de Puebla.
“Hay temporadas en que se seca el agua y sufrimos acá. Ahora, si ponen eso (una represa), más se va a acabar el agua”, se preocupa Dulce María, recordando que hace 7 años, Olintla sufrió de una sequía porque no había llovido suficiente. Sabe que las tierras de la Sierra Norte y sus ríos más importantes, Ajajalpan, Zempoala y Apulco, siguen en peligro. Hoy existen 10 proyectos hidroeléctricos en la región, muchos de ellos vinculados directamente a proyectos mineros. Existen 103 concesiones mineras en la Sierra Norte, según el último informe de PODER sobre “Industrias Extractivas en la Sierra Norte de Puebla”, lo que representa 912 mil 281 hectáreas de tierras despojadas. La mayor parte ellas están en manos de empresas canadienses (73%), mientras 22% están detenidas por empresas mexicanas, indica el reporte de esta ONG que milita por la transparencia y la rendición de cuentas de las empresas en América Latina. “No está bien que otras personas nos vengan a quitar lo que es de nosotros o vengan a destruir lo que tenemos, que está muy bonito aquí, como es el agua”, concluye Dulce María.
Marie-Pia Rieublanc / Otros Mundos A.C. – Mapder